La pintura fue la técnica más empleada en el s. XIX, cuando era imprescindible que el retratista tuviera buenos conocimientos en construcción naval. Los avances tecnológicos de la fotografía harán que los retratos pintados pasen a ser menos técnicos y más creativos.
El retrato de barco se inicia como género pictórico en los países donde se establecen las grandes navieras y, desde allí, se expande por Europa y América, siguiendo las rutas de los barcos.
Joan Monjo i Pons (1818 – 1884). Científico de formación, estudió náutica e ingeniería mecánica. Fue director del proyecto, la construcción y las pruebas de los dos submarinos Ictíneo. Más tarde, fue director de la Escuela de Náutica de Arenys de Mar y fundador de la Escuela de Náutica de Vilassar de Mar.
Rafel Monjo i Segura (1858 – 1922). Hijo de Joan Monjo i Pons y sucesor en su dirección de la Escuela de Náutica de Vilassar de Mar, cargo que ejerció hasta la clausura de la escuela. Compaginó esta actividad con la de pintor, en la que se dedicó, entre otros, a los cuadros de temática marinera.
Algunos artistas tenían tantos encargos que crearon talleres especializados.
Josep Pineda i Guerra, nacido en Alicante el año 1837, cursó estudios de náutica, viajó como marinero y, siguiendo los pasos de su padre, ejerció de naviero toda su vida. En 1872 se estableció en la Barceloneta, donde se convirtió en uno de los retratistas de barcos más reconocidos, tanto por sus conocimientos técnicos como por su precisión. Se le atribuyen casi 3.000 obras. El secreto de su producción fue el uso de plantillas y maquetas, así como contar con la ayuda de asistentes, entre ellos, su hija.
Antonio Nicolo Gasparo Jacobsen, artista danés, pintó más de 6.000 retratos de veleros y vapores. Estableció un taller especializado en West Hoboken, Nueva Jersey, en la orilla oeste del río Hudson, cerca del puerto de Nueva York. También contaba con ayudantes. Se le atribuye la práctica de pintar algunos retratos a partir de los planos.
Cuando la fotografía alcanzó una fidelidad técnica imposible de conseguir con la pintura, algunos pintores dejaron de lado la exigencia documental de los retratos. Podían priorizar la parte creativa, buscando nuevos puntos de vista y haciendo un uso más atrevido de los colores.